El titulo de esta entrada puede invitarnos a pensar que es una blasfemia más de este blog, y aunque si bien es cierto que el deseo de la vida eterna ha sido el aliciente para emprender dicha búsqueda a través de conceptos como Dios, la religión y la trascendencia universal, de igual forma es cierto que el ser humano ha buscado alcanzar la inmortalidad por muchos otros medios que le permitan aunque sea dejar un legado o una huella en el mundo, por lo que el deseo de permanecer por siempre vivo no es exclusivo de la religión.
Inclusive se ha planteado la idea de que a través de los avances médicos y de tecnologías avanzadas como la genética seria posible lograr que nuestros cuerpos detengan su proceso de “envejecimiento” provocado por los radicales libres quienes son responsables de que las células se multipliquen con ligeros defectos. Dicho proceso de copia “erróneo” es repetido una y otra vez por las células de nuestros cuerpos, provocando fallas y el colapso de los órganos, sistemas y aparatos del cuerpo.
Sin embargo a pesar de los avances tecnológicos que existen actualmente, aun es imposible llevar a la práctica una terapia genética que nos permita reestablecer el estado original de nuestras células, dando como resultado la vida eterna.
Por otro lado procesos similares ya existen en la naturaleza y aunque no les otorga la inmortalidad, les permite a algunos animales regenerar extremidades o partes de su cuerpo dañadas; Por ejemplo las salamandras quienes pueden reemplazar el cristalino de sus ojos, si este es removido; Esto lo logra convirtiendo las células del iris en células de cristalino. Este proceso es conocido como transdiferenciación y sucede cuando una célula no-madre se convierte a si misma en otro tipo de célula.
Sin embargo existe un animal que ha encontrado la forma de utilizar este proceso para rejuvenecerse a si mismo una y otra vez permitiéndole vivir eternamente. Se trata de la Turritopsis nutricula la cual es una especie de Hydroida o Medusa que puede convertirse en un pólipo justo después de llegar a su maduración sexual y puede repetir este proceso indefinidamente evitando así, morir.
Por supuesto que la ciencia ya esta estudiando a esta medusa, para entender más sobre dicho proceso y poder llevarlo a cabo a gran escala en un laboratorio. Esto brinda nuevas posibilidades en el ámbito de la medicina y la genética y es probable que a partir de esto pueda desarrollarse algún tipo de terapia que permita regenerar órganos dañados y combatir enfermedades degenerativas como el Alzheimer.
Para finalizar y sin dejar a un lado la blasfemia, no me sorprendería que algún culto religioso radical quisiera adoptar a la Turritopsis nutricula como una deidad o Dios, puesto que hasta el momento es el único ser conocido capaz de vivir eternamente, lo cual podría interpretarse como una “señal del cielo”.
En fin, la inmortalidad biológica existe y deja muchas incógnitas en el aire.
